Si la oración y la Palabra de Dios no alimentan nuestra vida espiritual, corremos el riesgo de que los mil trabajos y preocupaciones de la vida cotidiana nos sofoquen; rezar nos hace ver la realidad con ojos nuevos, y nos ayuda a encontrar el camino en medio de las adversidades. Así lo ha afirmado Benedicto XVI en la catequesis de la audiencia general de este miércoles, 25 de abril, pronunciada ante más de 20.000 fieles reunidos en la plaza de San Pedro.
“Las demasiadas ocupaciones, una vida frenética, acaban muchas veces por endurecer el corazón y hacer sufrir al espíritu, decía san Bernardo. Son palabras muy importantes para el hombre de hoy, acostumbrado a evaluar todo con el criterio de la productividad y la eficiencia”, afirmó Benedicto XVI.
Benedicto XVI añadió que el libro de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ recuerda la importancia del trabajo en la vida diaria, pero precisa que se debe desarrollar con responsabilidad y dedicación y sin olvidad la necesidad que tenemos de Dios.
“Sin la plegaria diaria vivida con fidelidad, nuestro menester se vacía, pierde el alma profunda, se reduce a una simple actividad que a larga nos deja insatisfechos”, destacó el Papa, que resaltó la antigua tradición cristiana de rezar antes de cada actividad.
Cuando la oración se alimenta con la Palabra de Dios, “se ve la realidad con ojos nuevos, con los ojos de la fe, y el Señor, que habla a la mente y al corazón, da nueva luz al camino en cualquier situación. Nosotros creemos en la fuerza de la Palabra de Dios y de la oración. (…) Si los pulmones de la oración y de la Palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida espiritual, nos arriesgamos a ahogarnos en medio de las mil cosas de todos los días. La oración es la respiración del alma y de la vida”.
Las divisiones de la Iglesia
“La Iglesia -ha dicho el pontífice-, desde el inicio de su camino, se ha encontrado con situaciones imprevistas que ha tenido que afrontar, nuevas cuestiones y emergencias a las que ha tratado de dar respuesta a la luz de la fe, dejándose guiar por el Espíritu Santo”.
La decisión que toman es clara: no es justo que abandonen la oración y la predicación, por lo que “son elegidos siete hombres de buena reputación, los Apóstoles rezan para pedir la fuerza del Espíritu Santo, y luego les imponen las manos para que se dediquen de forma especial al servicio de la caridad”. Esta decisión, explicó el Papa, “muestra la prioridad que debemos dar a Dios, a la relación con Él en la oración, tanto personal como comunitaria. Sin la capacidad de pararnos a escuchar al Señor, a dialogar con Él, se corre el riesgo de agitarse y preocuparse inútilmente por los problemas y las dificultades, incluidas las eclesiales y pastorales”, ha añadido.
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